AÑO: 1948
DURACIÓN: 102 min.
PAÍS: Japón
DIRECTOR: Akira Kurosawa
GUIÓN: Akira Kurosawa & Keinosuke Uegusa
MÚSICA: Fumio Hayakawa
FOTOGRAFÍA: Takeo Ito
REPARTO: Takashi Shimura, Toshiro Mifune, Reisaburo Yamamoto, Chieko Nakakita, Michiyo Kogure, Noriko Sengoku, Eitaro Shindo, Choko Iida, Taiji Tonoyama, Katao Kawasaki, Sachio Sakai, Yoshiki Kuga, Shizuko Kasagi, Masao Shimizu, Sumire Shiroki
PRODUCTORA: Toho
Valoración: 9.
El doctor Sanada (Takashi Shimura, actor fetiche junto a Mifune del director), un médico alcohólico y algo cascarrabias de los suburbios de Tokyo, en la postguerra del Japón, traba relación con Matsunaga (Toshiro Mifune, en la que fué la primera colaboración entre actor y director de una larga y fructífera carrera), un yakuza local afectado de tuberculosis.
Todos los que visitais este humilde blog ya conoceis mi admiración por la cinematografía de Kurosawa y con cada película suya que veo, esta no deja de crecer. Como habeis podido deducir, este es otro de esos felices casos.
La historia entre este médico del pueblo aficcionado a empinar el codo y el mafioso tuberculoso al que quiere curar y de paso apartar de la vida de crimen y excesos que lleva, en manos de Kurosawa da para mucho y aún para más. Por un lado critica o quizás radiografia la sociedad japonesa de aquellos años ( no olvidemos que esta película se rodó tres años después de terminar la segunda guerra mundial), mostrandonos la miseria y la desorientación como nación que Japón sufrió tras la derrota en la guerra a través de los barrios marginales de un Tokyo abrasado por el calor axfisiante de un verano de ponzoña, que casi podemos sentir en nuestra propia piel. No en vano y como se ha dicho mil veces, uno de los múltiples talentos del director era el de incorporar los elementos naturales a sus películas de una manera magistral, siempre acompañados de una simbología muy evidente.
La historia entre este médico del pueblo aficcionado a empinar el codo y el mafioso tuberculoso al que quiere curar y de paso apartar de la vida de crimen y excesos que lleva, en manos de Kurosawa da para mucho y aún para más. Por un lado critica o quizás radiografia la sociedad japonesa de aquellos años ( no olvidemos que esta película se rodó tres años después de terminar la segunda guerra mundial), mostrandonos la miseria y la desorientación como nación que Japón sufrió tras la derrota en la guerra a través de los barrios marginales de un Tokyo abrasado por el calor axfisiante de un verano de ponzoña, que casi podemos sentir en nuestra propia piel. No en vano y como se ha dicho mil veces, uno de los múltiples talentos del director era el de incorporar los elementos naturales a sus películas de una manera magistral, siempre acompañados de una simbología muy evidente.
Por otro lado, al margen del dibujo de la postguerra japonesa pero perfectamente integrado en él, nos hallamos ante una historia de puro cine negro fuertemente fatalista, personificado en el personaje del yakuza que debe curarse para seguir vivo, pero no sólo de la tuberculosis que padece, sino también del pasado que acarrea y de sus actos, aunque ya desde el principio es demasiado tarde para él. Su enfermedad es como la ciénaga que hay en el centro del suburbio, omnipresente en toda la película. Mientras que la tuberculosis es una consecuencia simbólica de la vida disipada del mafioso, la cienága es el receptáculo de todas las miserías de la ciudad. Sin duda y de nuevo, esta es una película de significados ocultos en el que, los individuos y su entorno, siguen una trayectoría similar. Por último y otra vez simbólicamente, Kurosawa deja espacio para la esperanza con el personaje de la colegiala que finalmente y gracias a los consejos y el cuidado de Sanada, sale adelante, aunque tanto para él, la camarera Nanae (Michiyo Kogure) y el mafioso Matsunaga, no haya sitio para el japón que vendrá después. Si, ese que todos conocemos e idolatramos en occidente.
El trabajo actoral, como siempre, a una gran altura. Aunque el ritmo del cine japonés es lento y la forma de actuar oriental puede parecer algo hierática, me ha sorprendido siempre las explosiones de energía interpretativa en muchas de las películas de Kurosawa, como si se desataran fuerzas de la naturaleza cuando menos te lo esperas.
En resumen, una grandísima película, llena de matices, simbolismos sútiles y en definitiva, una muestra más de la impresionante filmofrafía de este grandísimo director.
En resumen, una grandísima película, llena de matices, simbolismos sútiles y en definitiva, una muestra más de la impresionante filmofrafía de este grandísimo director.
1 comentarios:
Muy de acuerdo con tu comentario.
Es relevante decir que Kurosawa declararía con este film "Me descubrí a mi mismo".
Para ir llevando ¿no?
Saludos!
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