Despues de un mes de vacaciones (creo que es la primera vez en mi vida que me entrego tanto tiempo a los placeres veraniegos), regreso a los calurosos espacios de la capital para retomar mi aburrida vida. Si, queridos lectores, aburrida y bastante desaprovechada, me temo. Y es que, este Agosto ha supuesto en parte, un punto de inflexión en mi manera de ver las cosas y en como las afronto.
En realidad no ha ocurrido nada extraordinario (desafortunadamente no hay nada extraordinario, a no ser que nosotros mismos lo hagamos posible), pero si pequeñas cosas que me han hecho recapacitar profundamente.
Uno de los temas pendientes, que siempre han rondado por mi mente, es el del deporte. Siempre fuí un niño inclinado a la lectura y el juego intelectual, de manera que el ejercicio físico siempre estuvo en un segundo plano, algo que fué así durante muchos años. Ya terminado el instituto, cuando tenia alrededor de 23 o 24 años, entrené durante un año con unos amigos y comenzé a disfrutar de los placeres del deporte y el bienestar que proporciona, pero no tardé en ser vencido por mi némesis: la inconstancia. Así que paulatinamente, mis carreras fueron menos frecuentes hasta que dejé de hacer deporte por completo. Al mismo tiempo, mi tabaquismo no hacía más que aumentar, hasta el punto de fumar paquete y medio diario de Marlboro. Esto ha sido así hasta que hace ya más de tres años, dejé de fumar, con gran inteliencía por mi parte, y retomé mis hábitos deportivos, apuntandome a un gimnasio.
Pero mi némesis, la inconstancia y una serie de problemas lumbares, me han impedido abrazar el deporte con contundencia, pensando en ocasiones que es tarde para ciertas cosas, sino se han hecho antes.
A finales de Agosto, invitado por una amiga, he estado en Euskadi, concretamente en la localidad de Zarautz (Guipuzkoa). Es curioso la cantidad de gente que hace deporte que puedes ver allí por las mañanas. La legión de surfistas, críos en monopatín, gente haciendo footing o andando, jugando al baloncesto o al voilebol de todas las edades que puedes ver allí es poco menos que sorprendente. Mención aparte merece mi primer contacto con el surf, que podríamos calificar de fracaso total con pizcas de autohumillación, todo ello mezclado con un ridículo espantoso. Pero un día me vengaré del mar. Lo juro.
Todo esto ha desembocado en mi decisión de abandonar el gimnasio al que voy, para apuntarme mañana mismo al polideportivo del barrio. Combinaré un entrenamiento de footing con libro especializado de por medio (llevo tres días con muy buenos resultados), natación para mejorar mis problemas de espalda (esta tarde mismo voy a comprarme bañador pijainas y gorrito) y sesiones de musculación por grupos de músculos (tambien con libro especializado de por medio, por cierto excelente). Por mis santos cojones que no me voy a sentir nunca más torpe y lento.
En otro orden de cosas, es el momento de acabar con el proyecto de mi cortometraje, ese que no acaba nunca. Es hora de demostrarme a mi mismo y a los demás, que no soy un fraude.
En realidad no ha ocurrido nada extraordinario (desafortunadamente no hay nada extraordinario, a no ser que nosotros mismos lo hagamos posible), pero si pequeñas cosas que me han hecho recapacitar profundamente.
Uno de los temas pendientes, que siempre han rondado por mi mente, es el del deporte. Siempre fuí un niño inclinado a la lectura y el juego intelectual, de manera que el ejercicio físico siempre estuvo en un segundo plano, algo que fué así durante muchos años. Ya terminado el instituto, cuando tenia alrededor de 23 o 24 años, entrené durante un año con unos amigos y comenzé a disfrutar de los placeres del deporte y el bienestar que proporciona, pero no tardé en ser vencido por mi némesis: la inconstancia. Así que paulatinamente, mis carreras fueron menos frecuentes hasta que dejé de hacer deporte por completo. Al mismo tiempo, mi tabaquismo no hacía más que aumentar, hasta el punto de fumar paquete y medio diario de Marlboro. Esto ha sido así hasta que hace ya más de tres años, dejé de fumar, con gran inteliencía por mi parte, y retomé mis hábitos deportivos, apuntandome a un gimnasio.
Pero mi némesis, la inconstancia y una serie de problemas lumbares, me han impedido abrazar el deporte con contundencia, pensando en ocasiones que es tarde para ciertas cosas, sino se han hecho antes.
A finales de Agosto, invitado por una amiga, he estado en Euskadi, concretamente en la localidad de Zarautz (Guipuzkoa). Es curioso la cantidad de gente que hace deporte que puedes ver allí por las mañanas. La legión de surfistas, críos en monopatín, gente haciendo footing o andando, jugando al baloncesto o al voilebol de todas las edades que puedes ver allí es poco menos que sorprendente. Mención aparte merece mi primer contacto con el surf, que podríamos calificar de fracaso total con pizcas de autohumillación, todo ello mezclado con un ridículo espantoso. Pero un día me vengaré del mar. Lo juro.
Todo esto ha desembocado en mi decisión de abandonar el gimnasio al que voy, para apuntarme mañana mismo al polideportivo del barrio. Combinaré un entrenamiento de footing con libro especializado de por medio (llevo tres días con muy buenos resultados), natación para mejorar mis problemas de espalda (esta tarde mismo voy a comprarme bañador pijainas y gorrito) y sesiones de musculación por grupos de músculos (tambien con libro especializado de por medio, por cierto excelente). Por mis santos cojones que no me voy a sentir nunca más torpe y lento.
En otro orden de cosas, es el momento de acabar con el proyecto de mi cortometraje, ese que no acaba nunca. Es hora de demostrarme a mi mismo y a los demás, que no soy un fraude.